lunes, 24 de enero de 2011

SANTOS  PRESIDENTE

No voté por Juan Manuel Santos. Veía en él la continuidad de las políticas del gobierno de Uribe. Pero en pocos días ha demostrado lo contrario. 

La intemperancia, la soberbia y la imprudencia, sustituyeron en el gobierno de Uribe, a la  responsabilidad y tolerancia que deben indiscutiblemente identificar a quienes ocupan las más altas dignidades de la República. Como consecuencia, se incrementó el clima de desconfianza en las Instituciones. Es cierto que durante ese gobierno el país cambió. La seguridad regresó a la mayoría del territorio colombiano y la economía se reactivó. El gobierno se enorgullecía de presentar cifras de crecimiento económico, pero mientras tanto, las desigualdades sociales eran cada vez más grandes y mayores los abusos de los poderosos para con los débiles ciudadanos, que reclaman soluciones efectivas para sus problemas.

Todo indica que el gobierno de Santos, con mucha sensibilidad social, tiene una ardua tarea para corregir la herencia de desigualdades sociales que aquejan a la nación.

Los monopolios de los servicios públicos, el sector financiero, los entes responsables de la salud, muchas instituciones del Estado, atropellan permanentemente al ciudadano del común, abusando estas entidades de su condición dominante, sin que las quejas y reclamos sean escuchados. Someten al humilde ciudadano a una condición de servilismo, coadyuvada por la miseria imperante en campos y ciudades. Es este el panorama que hoy exhibe nuestra Patria, Los colombianos hoy creemos en Santos, en su talante liberal, para actuar decididamente, como lo ha logrado hasta ahora, porque el desarrollo económico por sí solo, no logrará la justicia social que reclamamos los colombianos. La economía de mercados ha demostrado su ineficiencia y es necesaria la intervención estatal para lograr avances significativos en el campo social. De otro modo, los ricos serán cada vez más ricos y los pobres cada vez mayores en número y en pobreza.

La redistribución del ingreso, la apertura de espacios para generar empresa, la igualdad de oportunidades, el empleo, son apenas un sueño utópico para los colombianos. Estos son los factores objetivos de violencia que esgrimen quienes equivocadamente pretenden el poder por la vía de las armas y que, corroídos hoy por el cáncer del narcotráfico, se han convertido en el sofisma de distracción que impide que el pueblo, democráticamente, imponga las soluciones sociales que reclama.

Si, es cierto, confiamos en Juan Manuel Santos. Y esperamos que mantenga el orden y el respeto por los derechos ciudadanos, que la concertación le permita avances sociales impostergables sin desestimular al sector privado y que, desde luego mantenga firme el principio de que las armas son monopolio exclusivo del Estado. Sólo así encontraremos el camino para que los poderes del Estado garanticen el desarrollo armónico que anhelamos todos los colombianos.

Adelante pues, presidente Santos, es su hora, es su gobierno y cuenta con formidable apoyo ciudadano. No más promesas incumplidas. Que sus palabras y decisiones se conviertan en hechos concretos para bien de Colombia.

MIGUEL NAGED NIETO